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El Ángel Bohemio

Colombia

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Title
Adrian Villamizar - La esquina
Adrian Villamizar - Balada A Franco (Tornillo e' máquina)
Adrian Villamizar - Nacho Lee (El camino de los sueños)
About El Ángel Bohemio
Nací el 18 de agosto de 1.965 en Buenos Aires (Argentina).  Esa fría noche de invierno llovía a cántaros en el Barrio de Almagro. Mi papá y su amigo judío Emilo Bolchasky esperaban en la Maternidad del Hospital Italiano el anuncio de los doctores. Mi mamá tuvo algunos problemas y le practicaron cesárea. A mí me colocaron en una cuna abrigada junto a otros niños y nos pusieron frente a un ventanal por donde se podían asomar los familiares. Mi papá no sabía cuál de ellos era yo pero su amigo fue el que le dijo: Ché, y cual otro va a ser sino el negrito?Claro, en Buenos Aires y en la Maternidad Italiana resaltó mi cabello oscuro y algo de pigmento en mi rostro ya que los cagá é leche que estaban allí eran blancos como el pan de molde con harina refinada.Mi Papá llegó primero a San Juan a posicionarse del cargo de médico rural y al mes y medio llegué yo con mi mamá, desde Santa marta. Yo tenía 5 meses de nacido. Nos trajo el que hoy en día, a los 90 años es mi más cercano afecto a lo que pudo ser un abuelo. "El Compadre Flore" Florentino Mendoza, de La Peña, Guajira. Chofer de camiones y buses, acordeonero de la vieja guardia junto a Emiliano Zuleta y otros juglares.Él fue quien en noches de estrellas me contaba en su regazo las historias de la guerra entre liberales y conservadores, de los "aparatos" en los caminos y de Francisco "El Hombre", personaje éste que me dio mil vueltas en la cabeza y que me llevó a investigar sobre su vida e historia hasta alcanzar su tumba y componerle una de mis más bellas canciones.En San Juan viví hasta los 5 años que fue cuando regresamos a la Argentina para que mi Papá se hiciera especialista en la Piel. Allí enfermó y murió mi mamá y allí también hice mis primeros 3 años de primaria. A pesar de haber nacido en argentina, mi piel un tanto quemada por el sol de la guajira y mi acento peninsular hicieron que los niños del colegio a donde llegué siempre me dijeran: colombiano, colombiano.Nunca tuve Patria a pesar de la identificación materna con la misma y que el himno de la Argentina me lo aprendí de papá (cabe resaltar que el primer himno que me aprendí fue el de Venezuela por la tremenda influencia mediática que en aquél entonces en la Guajira significaba la TV Venezolana).Al final nos regresamos a Colombia con mi papá, su nueva esposa y dos hermanitos pequeños a quienes conocí en la estación del tren que nos llevó a Valparaiso y de allí en Barco hasta Cartagena por medio del Canal de Panamá. Llegué a Valledupar de 8 años, blanquito y hablando con acento porteño. Mi papá me decía en el camino que llegaríamos a una bella ciudad, cerquita de San Juan, cerquita de Maicao donde estaban mis tíos y primos más queridos de quienes tenía vagos recuerdos y fotografías irrefutables. Mi papá me decía que este sí era mi país y que aquí estaba ansiosa mi familia y mis padrinos (en San Juan) esperándome. Al llegar a la vieja casa del Barrio Loperena, automáticamente los otros niños de la cuadra me bautizaron: "el argentino".En Valledupar pasé los mejores años de mi vida, aprendiendo a ser gente al lado de mis amigos de la cuadra y de la esquina de la Heladería los Corales (atendida por Abelito, un sanjuanero amigo de mi papá desde San Juan). En esos bellos años la Familia Gnecco-Plá fue mi refugio con el recuerdo argentino y su gastronomía, pero fue también el despertar de emociones y afectos de hermandad que viven en mi corazón con llama eterna de agradecimiento a tanto amor. Éramos raros, consentidos e independientes. Bonitos, bien alimentados, cultos y maleducados también. Traviesos como la gran puta y esmerados deportistas.Fueron los años de terminar la primaria, comenzar el bachillerato y el despertar de las hormonas. Se morían los 70's y llegaban los 80's con la Olimpiada de Moscú. Fueron los años de mi encuentro real con la música que estaba en los viejos acetatos de mi papá. Esa misma música que se escuchaba a través del eco de los patios vecinos y que me llevó a la casa vecina de otro muchacho raro, atípico Vallenato: Fernando Dangond Castro. Caucásico, taciturno y bien educado quien me dio las primeras clases de acordeón en un honner de dos hileras que mi papá me regaló. Mis dedos torpes y mi escasa disciplina dieron al traste mi futuro como acordeonero una tarde en la que mi papá me descubrió cogiendo guayabas en el techo de la casa de Ovidio Granados, en vez de estar con Hugo Carlos recibiendo las lecciones que él me daba. Pobre Villa (Mi Papá), no sabía en ese entonces que mi alma era del viento. Descubrí sin embargo por esa época el sonido de la Harmónica (dulzaina o violina) que era parecida al acordeón pero que no requería digitación sino “di-jeta-ción”. Mi acordeoncito de bolsillo suplió con el paso del tiempo mi necesidad musical y de a poco le fui encontrando sonoridades y efectos que me han llevado a ser el más reconocido harmonicista (los hay mejores, claro) que haya grabado profesionalmente en la música vallenata (Diomedes Díaz, Felipe Peláez, Roberto Calderón, Omar geles; Los Chiches, Fabián Corrales, Peter Manjarrés, Carlos Bohorquez, etc), aunque también he trasegado otros géneros como el rock, el funk, las fusiones de folclor y la música cristiana.Todos esos años en Valledupar me permitieron a la vez conocer el paisaje de la región y enamorarme perdidamente de la Sierra Nevada, de sus ríos, de sus frutos, de sus secretos y aprendía a amar y a respetar a los hermanos mayores (Arhuacos, koguis, kankuamos, Arzarios) que nos cuidan desde la Pirámide del Caribe.El bachillerato, el fútbol, las cometas, las idas al río, la Kola Román, el primer amor y el primer desamor me depositaron para siempre en esta música eterna que gime en acordeón pero que se puede expresar de muchas maneras (incluyendo las mías) y que resume el sentir mismo de una tierra que se forjó singular y maravillosa gracias a siglos y siglos de aislamiento relativo, ajena a los devenires de otras tierras y que por eso es tan profunda y rica. Le canto a Valledupar como quien le canta a una madre adoptiva que recoge un niño sin rumbo y sin afecto: "Y desde entonces mi condición, halló refugio en tu condición, fuiste regazo, miel y candil".